nació un gato con
bigotes,
hijo de una linda
gata
y un gatico barrigón.
Que un día conoció
a la gata de mi
abuela
y apenas la vio se dijo:
¡Con ella me caso yo!
La gatica Virgelina
se la llevó mi
vecina,
a la abuela Sinforosa
la viejita más
hermosa.
Y el gatico barrigón
un día llegó a mi poblado,
y de ella quedó enamorado
desde el día en que la vio.
Una tarde se casaron,
hubo fiesta, gran rumbón,
y los esposos gatunos
se aman con el
corazón.
A los poquiticos meses,
la gatica con mareos,
con nauseas,
yo creo, le dijo a su
amado esposo:
que estoy preñada mi
vida,
los síntomas me lo
dicen,
y para salir de dudas
al galeno pronto iré.
Al día siguiente, el
felino
al hospital más cercano,
llevó a su esposita
linda
para hacerla revisar.
Y el médico muy ufano,
después que la examinó,
les dijo: ¡Los
felicito!
¡Muy pronto serán
papás!
Maullando de la
alegría
formaron gran alboroto,
los espositos gatunos,
abrazados uno al
otro.
Saltando como dos
locos
y meneando sus
colitas,
se fueron a su morada
y dieron gracias a
Dios.
Días después, los
dolores,
del parto, le comenzaron,
y esperaron el momento
con paciencia y con
amor.
Hasta el día en que
llegó,
ese hijo tan ansiado
que heredó los
bigotes
de su abuelo Micifuz.
Todos muy
emocionados,
sus tíos, su abuela
materna,
su primito Seferino,
y su tía Mariliz,
muy contentos
festejaron
y dieron la bienvenida,
al gatico con
bigotes,
fruto de ese gran
amor,
que nació una mañana,
entre la gata de mi
abuela,
la gatica Virgelina,
y el gatico barrigón.
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