Mi vecina, la señora
María Dolores, compró,
una gallina ponedora,
que ponía huevos a
montón.
No ponía uno, dos, ni
tres
ponía catorce a la
vez,
en la tarde, en la
mañana
y por la noche
también.
Todos los días, María,
iba al mercado feliz,
y los huevos, ella
vendía,
cada uno a cinco mil.
Pero resulta que un
día
la gallina conoció,
a un apuesto y fino
gallo,
y de él, se enamoró.
Paquermino se llamaba
y a Celina conquistó,
con su celeste mirada
y su sonrisa de sol.
Le llevaba mil
detalles;
serenatas y cartas de
amor,
y a los poquiticos
meses,
llevarla al altar, le
juró.
La gallina enamorada
hasta la memoria
perdió,
solo ponía un huevo
al día
y su ama se enojó.
¿Qué hizo entonces
María?
Agarró al gallo con
furia,
el cuello le retorció
y un sancocho
preparó.
La gallina deprimida
ya no puso un huevo más,
y lo único que hacía,
era llorar y llorar.
Los días fueron
pasando
de tristeza se
enfermó,
y una mañana de
invierno
para el cielo se
marchó.
Hoy mi vecina querida
con un halo de dolor,
lamenta haber tomado
tan equívoca decisión.
Y se ha quedado muy triste
además, muy solita,
sin huevos, sin
herederos,
sin su linda gallinita.